viernes, 23 de noviembre de 2012

La adultez

No quiero ser adulta. Quiero ser adulta para unas cosas y no adulta para otras. Ojalá la gente pudiera hacer eso, sería más feliz. Me gusta mi trabajo, me gusta lo que hago y las personas con las que trabajo reconocen mi experiencia, mi dedicación y la alta calidad de los documentos que produzco. Sin embargo, llevamos 8 meses en los que el trabajo no para. Fines de semana, festivos, 12 horas diarias, madrugadas... en fin. La realidad es que estoy agotada, física, mental y emocionalmente. Ya no quiero más.

Me pasó en la Universidad cuando estaba terminando carrera, pensaba que si me iba a moler el lomo todos los días, quería hacerlo porque me pagaran y no por pretender estar aprendiendo cosas que ya no me interesaba aprender. Ahí, en ese instante, me sentí lista para la vida laboral y ahora la deploro. Quiero volver a las aulas de clase, quiero poder sentarme en el pasto un miércoles soleado a las 4 de la tarde, quiero reunirme con la gente que quiero a horas decentes, como las 6pm, y no a las 10pm.

Es cierto que soy una afortunada; no debería estar quejandome de la cantidad de trabajo que tengo, porque en principio, tengo un trabajo y tengo una vida con algunos lujos que me permite ese trabajo. Pude independizarme, mantengo mi vida, mis gatos, cenar, ir de rumba, en fin, hasta tengo ahorros. Pero siento que ya no doy más, y la posibilidad de tomar vacaciones bajo estas condiciones es irrisoria. No quiero más pagar recibos, pelear con las empresas prestadoras de servicios, pagar administración, arriendo, plomero, no quiero más de nada.

Lo que me pasa a mi es una realidad en la mayoría de las personas que conozco, y supongo que las que no conozco también. Van por la vida malabareando la vida personal y la laboral. Dejando la existencia en las oficinas y puestos de trabajo 10, 12 horas, para llegar a casa e intentar tener un poquito de paz, un poquito de felicidad. Algunos empleadores, conscientes de esto, remuneran bien a sus empleados, otros no. ¿Qué lo impulsa a uno a seguir? ¿Es sólo la alegría de construir una vida profesional? ¿Es esperar las vacaciones cada año como el momento de reconciliarse con la vida?

Muchas veces en estos 8 meses salí de la oficina agotada, deprimida, aburrida, con ganas de mandarlo todo a la mierda, pero estabas tú. Y sentía que sólo por eso, valía la pena todo el esfuerzo. Sólo por llegar a tu casa a que me arruncharas, valía la pena. Anoche nada valía la pena, ¿para qué seguir? ¿por qué continuar?

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