lunes, 31 de diciembre de 2012

Hello. Goodbye.

Esta vez quiero probar escribir sobre algo diferente, pero la vida se reduce a personas, sentimientos (sensaciones) y acciones. Así que la intención de escribir sobre algo diferente a esos tres elementos de la vida pierde sentido rápidamente.  Entonces, mejor decido, aquí y ahora, escribir en este sitio que ha sido testigo de momentos difíciles de mi vida, una suerte de manifiesto luego del año al que le quedan 7 horas y media.

Hace un par de días estuve en cine y me vi "Life of Pi".  De todo el guión, en el que se teje una historia sobre aquello en lo que creemos y aquello en lo que tenemos fe, la frase del final fue aquella que más me llegó al corazón: "I suppose in the end, the whole of life becomes an act of letting go, but what always hurts the most is not taking a moment to say goodbye". Así, éste, como otros años, fue un año en el que encontré nuevas personas, me reencontré con otras, y dejé ir a otra. Específicamente, dejé ir a una persona.

Llevo pensando dos meses en cómo decir adiós, en cómo despedirse de momentos, de la gente, de las situaciones, y en cómo saludar las nuevas cosas que llegan a la vida. Estos dos últimos meses la vida me ha devuelto personas, me ha permitido conocer personas nuevas y me ha permitido dejar ir sin rencores.  

Es imposible no relacionar la vida con la música, y hoy decido escuchar tres canciones particulares: "Adiós", "Hello, goodbye" y "Me quedo aquí". Trato de escribir algo coherente, pero no ando muy inspirada, y lo único que me permiten concluir esas tres canciones es que hay que recibir lo que viene y a los que vienen con la emoción con la que se recibe un libro (que si es viejo y cuenta una historia, entonces más emoción), que los reencuentros son más emotivos que las despedidas, que siempre hay que procurar decir adiós, y hay que aprender a hacerlo de la manera más tranquila.

Año 2012, y este un pequeño manifiesto de la expectativa que tengo del año que viene. Celebro con ustedes, personas que me leen, los momentos y las decisiones que nos trajeron hasta acá. Celebro las personas que llegaron a mi vida en este año, las que volvieron y las que se fueron. Celebro las lágrimas y las alegrías. Celebro la 14 estrella de Millonarios. Celebro el baile y las caderas. Celebro siempre la música. Celebro siempre los libros. Gracias por leer. Gracias por estar.


martes, 25 de diciembre de 2012

Cuatro.

Cuatro palabras, no se necesita nada más. "¿Quieres ser mi amor?". Cuatro. No se necesita más. 

Los chinos dicen que el cuatro es de mala suerte. Recuerdo estar viendo en el Gourmet el programa de Iwao, haciendo algún sushi o algo parecido, y diciendo que jamás nunca se debe partir -y menos servir- un roll en cuatro pedazos. Dicen que su mala suerte es porque cuando se pronuncia suena parecido a la palabra "muerte". O bueno, eso dicen los buenos colaboradores de wikipedia. Los mismos colaboradores dicen que la superstición es compartida con los japoneses.

Pero se necesitaron cuatro palabras, a pesar del mal augurio de los chinos y los japoneses, que seguro utilizarán más palabras para transmitir un mensaje. Respondí, casualmente, con cuatro palabras también: Me moviste la vida. No hay que creer en las casualidades, no existen.

Casi como una predicción, el cuatro viene rondando las frases más importantes de las conversaciones diarias. "No dejes de escribirme" le escribí hace un tiempo. No ha dejado, no hemos dejado. Y así, no puedo evitar pensar que "she is a keeper".

Hasta ahora, el cuatro nos ha traído fortuna.


sábado, 22 de diciembre de 2012

Sábado.

Hoy es sábado. Hoy escuché tu voz.

Hoy sentí el frío de la nostalgia tomarse el cielo azul que hace unas horas reinaba en Bogotá. 

Me siento en la misma mesa de Carulla en la que me senté hace poco más de dos meses cuando todo terminó. Salí de tu casa y al no saber a dónde ir llegué a Carulla y me senté a llorar, consternada y sin saber qué hacer, pensando que nunca estuve preparada para ese momento.

Y ¿quién está preparado? Nadie. ¿Quién puede estar preparado para que el mundo que ha construido con amor y dedicación se acabe?

Han pasado muchas noches desde entonces. Con esfuerzo he hecho el trabajo de dejarte ir. He cerrado capa tras capa de momentos, y ahora, aquí, en este sábado, sigo sin saber muy bien quién soy ni qué quedó.

Quisiera decir que ya lo logré, pero no soy triunfalista. Eso también nos lo ha enseñado el fútbol. Sábados como hoy me recuerdan que todavía me queda camino, pero también me recuerdan que estoy dispuesta a recorrerlo, a recorrer lo que falte recorrer.

No se muy bien quién es este cuerpo que te escribe. Dejar ir es irse un poco con eso. Uno deja ir gente y se deja ir un poquito. Se reconstruye, reconstruye sus cimientos, pero nunca vuelve a quedar completo. Talvez eso sólo ocurre con las personas que cambian un poco la vida, uno se entrega, y luego las deja ir con ese poquito que uno fue con ellas.

Yo te dejo ir y no puedo recordarnos. Ya no me acuerdo de lo feliz que era a tu lado. Ya no recuerdo qué era despertarme para verte dormir arrunchada a los gatos. Ya no recuerdo los olores de tu casa, la comida que comíamos, los sancochos de Saris. Ya no recuerdo cómo era mi vida. Y te dejo ir como la energía sale por nuestros poros.

Hoy fui a recoger mis cosas a tu casa. Al lado mio están en este momento lo que quedó de mi en tu casa. Una caja. Lo escribo en este espacio porque no quiero olvidar la sensación que ahora tengo. Los suspiros que salen de mi nariz al caminar en el sentido contrario a tu casa, de alguna forma el deseo de no volver a ese lugar, los recuerdos golpeando como terremoto en mi cabeza. Las lágrimas que recorren conmigo el Park Way y tu imagen saliendo de mi vida con ellas. Dejé nuestra historia en ese recorrido para no volver. Lo dejo en esa caja. Y si vuelvo a nuestra historia será solamente a hablar de ella, con lo poco que pueda recordar para ese momento.  Por ahora, solo tengo claro que no soy esa persona, pero no tengo claro cuál soy.

"Fuimos el viajero que no implora, que no reza, que no llora, que se echó a morir".

lunes, 10 de diciembre de 2012

Mensajes

Escribo esto como si te estuviera escribiendo un mensaje. Sin embargo, las palabras no salen tan fácil como siempre. Me gustan las palabras; lo sabes. Sí, no alcanzan a describir los sentimientos, pero se acercan mucho y se sienten diferente a un beso, a un abrazo, calientan el alma y el corazón de maneras tampoco descriptibles. Tiemblo escribiendo esto, los dedos y  las manos sudan. Pero tampoco puedo dejar de hacerlo. Tengo ganas de gritarle al mundo cuánto quiero que pases muchas noches lindas a mi lado. ¿Egoista? sí, un poquito. Sigamos escribiéndonos. No dejemos de hacerlo. No dejemos de leernos, no dejemos que las angustias del día a día nos alejen de esa forma de calor. 

Decides en qué bus te irás para tu casa. Me dejas en la boca tu sabor a cigarrillo. Me dejas en los labios los rastros de tus besos que no quiero que terminen. Me dejas en las manos el olor de tu piel. Me dejas en los lentes una huella de tu nariz. Me das un beso y te despides, te llevas mi respiración contigo. Miro a la séptima y la huella de tu nariz me impide ver, trato de recuperar la respiración, y no me aguanto las ganas de escribirte de nuevo. Los gatos maullan al llegar a casa; les sirvo la comida, pongo música y me siento a pedirte que me devuelvas la respiración que te llevaste.

No dejes de escribirme.

martes, 4 de diciembre de 2012

Descongestión.

No quiero saber nada de ti. No quiero saber si sigues con la persona que estás, si te sientes feliz, si te duele la cabeza, si terminaste bien el semestre. No quiero saber dónde vas a pasar vacaciones y si efectivamente te vas para México. No quiero saber a dónde te vas de rumba el día de las velitas, o cuándo te vas para Cali. No quiero saber nada de ti.

No quiero saber si me piensas o te hago falta, si en algún momento pensaste que esto podía terminar de otra manera. No quiero saber si te preocupas por mi, por mi familia. No quiero saber si te recuperaste, si tu rodilla sigue mal y cómo te irá en la feria de diciembre. No quiero saber nada de ti.

No quiero saber nada de mi tampoco. Llevo dos semanas con un taco emocional en el pecho. Una suerte de  escudo que mi corazón extendió para hacerme sentir mejor dentro de este último mes y medio de mierda. Y anoche, luego de presionarme un poco para no sentirme tan atorada, todo salió. La piedra, la impotencia. Saber que, a pesar de todas mis ganas por no saber de ti, estás regada en pedacitos por mi vida. Enterarme por diferentes lados de tus cosas, saberte tranquila, saberte mirando hacia adelante, saberte con dolor de cabeza. Saber que no estoy ahí contigo. No saber dónde esconderme de todo. Saber, tener claro que, a pesar de todo, ya no estamos en el mismo lugar.

Me descongestioné. Todos los días decido vivir esta vida que no tengo clara desde que no estás. Y hoy más que nunca, no quiero saber de ti, no quiero saber de ti porque me duele mucho no saberme ahí.