sábado, 22 de diciembre de 2012

Sábado.

Hoy es sábado. Hoy escuché tu voz.

Hoy sentí el frío de la nostalgia tomarse el cielo azul que hace unas horas reinaba en Bogotá. 

Me siento en la misma mesa de Carulla en la que me senté hace poco más de dos meses cuando todo terminó. Salí de tu casa y al no saber a dónde ir llegué a Carulla y me senté a llorar, consternada y sin saber qué hacer, pensando que nunca estuve preparada para ese momento.

Y ¿quién está preparado? Nadie. ¿Quién puede estar preparado para que el mundo que ha construido con amor y dedicación se acabe?

Han pasado muchas noches desde entonces. Con esfuerzo he hecho el trabajo de dejarte ir. He cerrado capa tras capa de momentos, y ahora, aquí, en este sábado, sigo sin saber muy bien quién soy ni qué quedó.

Quisiera decir que ya lo logré, pero no soy triunfalista. Eso también nos lo ha enseñado el fútbol. Sábados como hoy me recuerdan que todavía me queda camino, pero también me recuerdan que estoy dispuesta a recorrerlo, a recorrer lo que falte recorrer.

No se muy bien quién es este cuerpo que te escribe. Dejar ir es irse un poco con eso. Uno deja ir gente y se deja ir un poquito. Se reconstruye, reconstruye sus cimientos, pero nunca vuelve a quedar completo. Talvez eso sólo ocurre con las personas que cambian un poco la vida, uno se entrega, y luego las deja ir con ese poquito que uno fue con ellas.

Yo te dejo ir y no puedo recordarnos. Ya no me acuerdo de lo feliz que era a tu lado. Ya no recuerdo qué era despertarme para verte dormir arrunchada a los gatos. Ya no recuerdo los olores de tu casa, la comida que comíamos, los sancochos de Saris. Ya no recuerdo cómo era mi vida. Y te dejo ir como la energía sale por nuestros poros.

Hoy fui a recoger mis cosas a tu casa. Al lado mio están en este momento lo que quedó de mi en tu casa. Una caja. Lo escribo en este espacio porque no quiero olvidar la sensación que ahora tengo. Los suspiros que salen de mi nariz al caminar en el sentido contrario a tu casa, de alguna forma el deseo de no volver a ese lugar, los recuerdos golpeando como terremoto en mi cabeza. Las lágrimas que recorren conmigo el Park Way y tu imagen saliendo de mi vida con ellas. Dejé nuestra historia en ese recorrido para no volver. Lo dejo en esa caja. Y si vuelvo a nuestra historia será solamente a hablar de ella, con lo poco que pueda recordar para ese momento.  Por ahora, solo tengo claro que no soy esa persona, pero no tengo claro cuál soy.

"Fuimos el viajero que no implora, que no reza, que no llora, que se echó a morir".

No hay comentarios:

Publicar un comentario