jueves, 8 de noviembre de 2012

A wallflower

Tenía 8 o 9 años, no recuerda bien. O seguro unos más, menos de 11, porque estaba en primaria todavía. Cuando se devuelve a ese momento de su vida todo son sombras y cosas que ya no son recuerdos, porque los ha bloqueado por tantos años que ya no sabe qué fue verdad y qué no. Ojalá nada fuera verdad; pero la recurrente pesadilla de esa edad le dice que algo pasó.

Esta historia la saben dos o tres personas en el mundo, y no se por qué decidió contármela a mi. Salimos un día de cine y a la pregunta -¿qué te pasa? ¿estás bien?- me respondió -espero no te asustes por lo que te voy a contar, realmente ya no hace parte de mi, hace parte de un pasado que no reconozco y que creo debes saber. A mi no me sirve de nada, pero depronto tu entiendas algo de mi al saberlo-. Lo contaré como me lo contó esa noche:

No puedo hacer un seguimiento de cuando pasó qué o cómo. Es decir, esto no es una historia que tiene un principio, aunque si comenzó en algún momento, pero sí tiene un fin, que tampoco recuerdo bien cómo llegó. Como sabes, mi mamá y mi papá fueron padres jóvenes, y gran parte de nuestra vida nos cuidaron nuestras tías y abuelos. Con ellos pasábamos la tarde y luego papá o mamá nos recogía en la noche. Luego las tías dejaron el hogar paterno y cada una consiguió un marido con el cual hacer su hogar. La menor de las tías se fue a vivir cerca a donde los abuelos, y allí formó con su esposo una empresa que en la actualidad apenas sobrevive. La mayor de las tías se "arrejuntó", se fue a vivir lejos de los papás y luego, golpeada por el susodicho, volvió; lo dejó y se llevo a su hija con ella. El único tío vivió con los abuelos muchos, muchos, muchos años. Y por esa época entró en una crisis depresiva muy dura. Lo recuerdo todavía tirando cosas a las paredes desesperado.

Nosotros solíamos pasar los fines de semana en las casas de las tías o los abuelos. El sábado en la tarde le rogábamos a los papás para que nos dejaran dormir afuera. Las tías y los abuelos nos consentían de tal forma que no queríamos volver a casa. La casa de la tía menor era muy divertida, tenía películas y juegos y computador. Mi hermano dormía siempre solo, yo tenía que dormir en la cama de los matrimonios a un lado o al centro. Mientras crecí el lugar fue variando del centro a un extremo de la cama. El desayuno del otro día era la mejor parte de todo el viaje.

No se qué noche fue cuando todo esto comenzó. Pero se que debía tener entre 8 y 9 años, depronto menos. Trato de recordar la edad porque no me explico cómo, siendo tan grande, seguía durmiendo entre el matrimonio de la tía menor. Lo que viene a continuación es un relato de lo que creo que debió pasar, porque no recuerdo bien cuando fue esa "primera vez". Una noche el esposo de mi tía me abrazó, luego talvez otra noche se acercó demasiado a mi, y luego otra noche intentó introducir su pene en mi. Lo intentó muchas veces, mucho tiempo. No se cuándo tiempo pasó. No se cuántas veces fueron. Recuerdo su tamaño, era grande y asqueroso. Me buscaba cuando mi tía no estaba, quería sentirme todo el tiempo.

Pasé saliva. Solté una lágrima. Esta persona al frente mio me contaba una de las historias más difíciles de su vida y yo no sabía qué decirle. ¡Mucho hijo de puta! pensé. Pero, ya qué. Tampoco preguntaría si le dijo a alguien, porque era claro que de esto no hablaba muy seguido y que había preferido guardarlo en lo profundo de sus recuerdos.

Me sentía culpable con mi tía. No entendía mucho de lo que ocurría. Me sentía sucia todo el tiempo y creo que me deprimí, pero realmente no recuerdo ni siquiera en qué curso estaba. Dejé de ir a casa de mi tía. No soportaba estar entre esas paredes ni cuando iba toda la familia de visita. Nunca pude hablar con ella. Sentía que los había defraudado a todos y su olor no se quitaba de mi piel, y cuando cerraba los ojos en la noche sentía su respiración en mi cuello. Lo odiaba. Y sabía aparentar muy bien. No volví a quedarme en esa casa, y mi tía lo reprochó por años. Tampoco recuerdo cuánto tiempo pasó entre lo primero y lo último.

Luego, mi prima creció. Temí el mismo desenlace para ella. La cuidé, pero nunca sabré si así mismo se repitió. Me sentí muy mal por no hablar cuando era mayor, para evitarle el sufrimiento. Fui cobarde. Fui lo que más odio en las personas. Fui cobarde para aceptar lo que me habían hecho, para hablar de eso y para poder hacer algo. Hoy te lo cuento, ya ni se por qué. Porque eso también soy yo.

Respiré, le pasé un cigarrillo y se lo prendí. Yo me fumé uno también, luego otro, y luego otro. ¿Qué hago ahora con esta historia? ¿Qué puedo decirle? 

Nada, no hay nada que decir. Sólo escuchar. No somos nuestro pasado, y eso es todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario